Una vez, hace tiempo ya te sentiste grande, te sentiste alta... después de haberte ahogado en el lodo tanto tiempo, te sentiste salvada. Te sentiste libre, creíste que volabas... y así fue, aunque por poco tiempo, tocaste el cielo, bueno, no lo tocaste, lo aprisionaste entre tus brazos, te lo quedaste, lo conquistaste, clavando allí la señal de tu persona, tu bandera.
Pero te creíste dios, te creíste intocable, invencible... No dejaste que nadie te pisase, por pisar no dejaste ni que pisasen tu sombra, no los dejaste... Pero bien dicen que nada es eterno, y volviste a caer más bajo si cabe, más bajo de lo que estabas antes.
Te aferraste al pasado, metiste los recuerdos en cajas de plata, te estancaste en la nostalgia, en la melancolía...
Cien años pasaron de eterno sufrimiento, de eterno desconsuelo... y aún sigues prisionera de tus sueños... da igual que pidas clemencia, que implores perdón, que supliques o te rebajes... Sigues cumpliendo condena... Si por lo menos te convirtieran en piedra, como a Atlas podrías soportar ese peso, pero eso solo son cuentos, leyendas, no son realidad...
Otros cien años tuvieron que pasar, para que aprendieras a cerrar ese círculo, lo cerraste, lo lloraste y lo enterraste. Y ahora ya estás en paz.
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