Hola nenas. Tengo que deciros que me habéis impaktado. Bueno, todos tenemos nuestro Vietnam, todos somos unos supervivientes de alguna u otra manera, sólo nos diferencian las cicatrices que nos marcan el cuerpo y el alma. Quiero contaros algo que escribí hace mucho tiempo...
Y entre todos decidieron ir a cazar a las mariposas. Sin motivos, sin verdaderas razones... Sólo se oían los gritos de felicidad de toda aquella gente, la exaltación y la alegría brotaban de sus viciosos ojos... Y ellas tenían tanto miedo..., porque presentían que algo malo iba a pasar, que el peligro las azechaba... pero no sabían nada... Y cayeron como moscas, cientos de mariposas atrapadas en las redes de los que se creían dioses. Algunos las disecaron para colgarlas en sus paredes como trofeos que habían ganado a pulso y las mostraban orgullosos a sus vecinos. Otros sin embargo no se molestaron y tan solo las mataron así como así, de un puto golpe.Las pocas mariposas que quedaron, que pudieron escapar de la injusticia, jamás pudieron volver a su hogar, y aún hoy siguen condenadas a vagar eternamente sin descanso, volando sin poder parar a descansar, suben y bajan el vuelo cuando les falta el aliento, pero enseguida deben alzarlo, no les es permitido posarse más de unos instantes en nada, no tienen casa, ni pensión, ni siquiera área de descanso, como digo yo! Y ellas del dolor se vistieron de luto, oscurecieron su tez, mancharon de negro sus coloridas alas... ¿Y todo por qué? Tan sólo por tener el privilegio de poder vivir entre las flores más bellas, de posarse, de alimentarse, de disfrutar de ellas. La envidia de todos ellos las acabaron de matar. Sus pobres y débiles patas se quiebran al pisar el frío suelo, ya que dios les dio el don de la fragilidad. Pero como en todo cuento digno de contar, una mariposa quedó, la más brillante, la más bella, de eternos colores y mágica fe. Y es la que está detrás de cada sonrisa, detrás de cada mirada, de cada amigo...